¿Es realmente necesario esperar tanto rato, antes de volver a meterse en el agua?
Cuando éramos niños odiábamos una máxima que se repetía una y otra vez cada verano:
“No te tires al agua todavía, que no has hecho la digestión”.
Y nosotros, con los macarrones y el melocotón en el estómago, teníamos que esperar en la orilla a que el adulto nos permitiera, por fin, refrescarnos de nuevo.
Las dos horas de digestión obligatorias forman parte del imaginario colectivo de un país en el que el mar y las piscinas son fundamentales en cualquier veraneo. Es una norma que se ha instaurado fruto de la transmisión entre generaciones.
Pero, ¿es realmente necesario esperar tanto rato antes de volver a meterse en el agua? Pues, como en la mayoría de máximas de la sabiduría popular, hay parte de cierto.
La verdad es que introducirse de golpe en agua muy fría puede causar una bajada brusca de tensión, y como consecuencia pueden producirse mareos, malestar general, náuseas, debilidad y pérdida de conocimiento, y por lo tanto, riesgo de ahogamiento.
Y en casos muy extremos puede ocasionar una parada cardiorrespiratoria. Es lo que se conoce como síndrome por inmersión o hidrocución.
La recomendación de no bañarse inmediatamente después de las comidas, según los expertos, es una precaución acertada, porque durante la digestión la sangre fluye en mayor cantidad hacia el aparato digestivo y menos en otras zonas del organismo.
Eso sí, la causa principal del corte de digestión o hidrocución es la diferencia térmica entre la piel y el agua, y no el proceso de la digestión de los alimentos.
La conclusión es que la precaución de esperar, tras una comida, una o dos horas antes de bañarse es acertada.
Ahora bien, se debe adaptar a la cantidad ingerida. Si la comida ha sido ligera, se puede volver a entrar al agua antes de una hora, pero si ha sido muy copiosa, podríamos necesitar incluso más tiempo.